Exposición de Cristina Ibáñez: "'Acervo"

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Descripción:

Esta muestra de la artista Cristina Ibáñez, está enmarcada dentro del ciclo 'Intervenciones en el Palacio de Don Gutierre’ y lleva el nombre de 'Acervo'.

Cristina Domínguez Ibáñez nació el 16 de febrero de 1962 en León. Es doctora en Humanidades por la UPF, profesora de Artes Plásticas y Diseño, y restauradora de BBCC. Sus estudios de pintura comienzan en el año 1981, participando con el Colectivo de Jóvenes Artistas Plásticos de León, con el que realiza varios encuentros en León y Sahagún. Desde el comienzo del periodo de formación trabaja y expone en Cataluña y León hasta finales de los años 80, momento en que regresa a León por un periodo de dos años tras el que vuelve de nuevo a Barcelona. Visita Alemania y realiza una pequeña exposición a través de una Asociación Cultural en la ciudad de Hechingen para regresar, tras otras experiencias profesionales, finalmente a León desde los años 90.

En la actualidad su trabajo más personal se relaciona con los lenguajes y la relación entre la palabra y el signo gráfico entendido en diferentes vertientes que abarcan desde las imágenes de la prehistoria a los signos y escrituras de todo el mundo, manifestando un interés especial por la experimentación con soportes y técnicas mixtas.

A lo largo de su trayectoria ha realizado numerosas exposiciones, tanto a nivel colectivo como individual, siendo la última la que ahora muestra en el Palacio Don Gutierre. Se trata de una instalación denominada 'Acervo' y con ella trata de reunir las materias que evocan las vivencias comunes al entorno rural. Mediante el uso de estas materias orgánicas y las propias del paisaje humano, pretende vincular el pasado con el presente, ya que es en este momento cuando el espectador completa el círculo que va desde el momento inicial de la idea a la manifestación real de lo pensado. Se representan los cuatro elementos primordiales (fuego al sur; tierra al este, aire al norte y agua al oeste), según la orientación de este lugar; de manera que el Mandala -o círculo- que circunscribe el edificio se convierte en el recipiente de lo simbólico.